Siendo capellán de un colegio de Escolapias
encontré una práctica interesantísima llevada adelante por San José de
Calazans, la de la “oración continua”. Adaptada a nuestros tiempos, en lo
concreto se llevaba cada quince días a cada curso al oratorio para tener un
rato de oración. Si el grupo era demasiado grande, se lo dividía. Cuando tomé
el espacio, comencé a hacer lo que sabía: oración al estilo de San Ignacio.
Adaptándolo a las
edades de entre 6 a 12 años, compartimos contemplaciones del evangelio durante
años. Después pude hacerlo en una escuela en un barrio humilde, y después en el
Colegio Inmaculada de Santa Fe .
En Inmaculada
comenzamos a finales del 2009 y fuimos convocando a papás y mamás de los chicos
con quienes armamos un nutrido grupo de misioneros de la oración ignaciana que hoy supera la treintena. Ellos fueron
compartiendo con los chicos la oración guiada por un jesuita, y cuando se
sintieron seguros –cada uno al ritmo personal–, fueron tomando la posta de
guiar las oraciones. Hoy ya contamos con un grupo consolidado que cubre todos
los cursos de primaria.
En el tercer año del nivel secundario,
los estudiantes mismos comienzan a guiar la oración a sus compañeros. Habiendo
practicado durante años la oración desde la primaria, se han convertido en
expertos, y ayudándose de una guía escrita se muestran completamente naturalizados
con el método ignaciano y pueden conducir la oración introduciendo sus propios
comentarios y dinámicas para hacer participar a los compañeros, motivar al
silencio, a la contemplación, rescatan lo que ellos comparten, iluminan el
sentido general, guían el examen de la oración.
Queremos compartir
esta experiencia, porque estamos convencidos que la oración ignaciana es el humus de todo el trabajo apostólico del colegio. Es lo más
imperceptible, pero lo que prepara una disposición buena para la recepción de la Buena Noticia y una respuesta vital auténtica para
la construcción del Reino.
Queremos animar a
practicarla. Lleva esfuerzo de organización institucional, de aprendizaje, de
recursos en cuanto a que es necesario un espacio y personas que se carguen el
proyecto a sus espaldas, pero vale la pena porque los frutos son enormes. Es
necesario contar con todo el apoyo del Consejo Directivo para insertar en la
trama escolar esta actividad. Ella tiene la fecundidad de hacer crecer muchas
competencias que desbordan lo meramente espiritual religioso.
Es posible soñar
con que en lo hondo de nuestros alumnos fermente la levadura de la vida de
Dios, porque se les ha proporcionado un espacio sostenido para que beban en el
río de vida. Sólo desde aquí pueden dar una respuesta personal a su Criador y
Señor. Sólo desde esa experiencia personal de Dios pueden transparentar
actitudes auténticas que transformen la realidad en espacios del Reino,
manifestado en los criterios, actitudes, gestos, calidad en las relaciones
basadas en el amor, la justicia, la
paz , la alegría profunda.
Si consideramos que
nuestros estudiantes y la comunidad pide sostenidamente, durante años al Señor,
conocerlo internamente para más amarlo y para más seguirlo ¿no escuchará el
Señor, sobre todo a las almas
puras de los niños y jóvenes? ¿no dará la gracia? Esta petición ignaciana es
poner en el curriculum la pobreza de lo que no podemos alcanzar con las propias
fuerzas sino que es una gracia que sólo Dios puede dar.
Some years ago, when I was working at a School of Escolapias , I came across a very
interesting practice carried out by Saint Joseph Calasanz – “continual prayer”.
Concretely, this practice – adapted to present times – consisted in
taking groups of students to the chapel once every fortnight to pray for a
little while. When the group was too large, it was split into two. When I
joined that community, I did what I knew best: Ignatian prayer.
We shared meditation and contemplative practices on
Gospel episodes adapted to meet the needs of students between 6 and
12 years old. Later on, I did the same at a school from humble origins and,
finally, at Inmaculada School from Santa Fe , Argentina .
We launched this initiative at Inmaculada School in
2009; and since then, we have gathered a large group of parents who collaborate,
called “missionaries of Ignatian Prayer”. Today there are over thirty
“missionaries”. At first, the prayer was led by a Jesuit, and parents were
present but did not participate. Little by little, as they grew more confident,
they started leading the prayer. Today, we have consolidated a group of
parents who work with all the grades in primary school, and we have also
incorporated high school.
In their third year of high school, the students start
leading the prayer. After having practiced the Ignatian method since primary
school, they have become experts; and, with the help of a written guide, they
can lead the prayer very well and even introduce their own remarks and dynamics
to foster their classmates’ participation, silence and contemplation; to identify
the essential points in the ideas they share, facilitate insight and reflect on their experience of prayer.
We want to share this experience with you because we
truly believe that it is the “humus”, the driving force for the
apostolic work carried out at school. It may be imperceptible, but it makes us
more ready and willing to welcome the “Good News” and to build the kingdom of God .
We truly encourage you to adopt this fruitful practice,
which develops skills beyond the religious and spiritual aspects. It may
require a big organizational effort and resources (to find the place, the time
and the people) but it is really worth the effort. You must also count on
the support of the school authorities to insert this activity in the school
calendar.
It is our dream that the yeast of God may ferment
deep inside our students’ hearts; because through the continual practice of the
Ignatian prayer, they have been given the chance to drink from the river of
life. It is solely based on this ground that they can give a personal answer to
their Creator and Lord; it is solely based on this personal experience of God
that they can make a difference and transform reality through actions and bonds
based on love, justice, peace and true joy so as to ensure that thy kingdom
come.
Don’t you think that our Lord will surely hear the
prayer of these pure souls, who for so many years have asked Him to know Him
more clearly, to love Him more deeply and to follow Him more nearly? Don’t you
think that He will grant them this favor? In the Ignatian petition we acknowledge
that we are poor, that there are things we cannot achieve by ourselves but by
the grace of God only.